Los agentes tensioactivos conocidos también como surfactantes, son sustancias que sirven para acercar a dos fases inmiscibles reduciendo la tensión superficial entre ellas. Esta excelente propiedad desde ya le da importantísimas aplicaciones. La más difundida o conocida es la de los detergentes.
Básicamente los tensioactivos tienen dos partes fundamentales. Por un lado, la parte hidrófoba que se una a la fase no polar y una parte hidrófila que es la que se asocia a las sustancias o fases polares. La fase polar más conocida es la del agua. Lo detergentes justamente actúan así. La cabeza polar se asocia al agua y la fase no polar a las grasas o suciedad.
En base a la presencia y el tipo de polaridad se hace la clasificación más importante.
Tensioactivos no Iónicos: Son aquellos en los cuales la parte polar o hidrófilica no tiene carga eléctrica de ningún tipo.
Tensioactivos Catiónicos: En estos casos, la parte hidrofílica presenta una carga neta positiva. Ejemplos son los de amonio cuaternario.
Tensioactivos Aniónicos: La parte hidrofílica presenta carga negativa. Ejemplos son los de fosfatos, carboxilatos y sulfatos.
Tensioactivos Anfóteros: Estos presentan tanto cargas positivas como negativas a la vez.
Otro ejemplo lo tenemos en nuestro organismo en el proceso digestivo. Cuando tenemos que emulsificar las grasas. Ya que estas son insolubles en agua, las sales biliares fabricadas en el hígado actúan como tensioactivos para que las grasas se puedan disolver en el agua gracias a la formación de micelas y de esta manera poder ser metabolizadas en el proceso digestivo.